lunes, 9 de enero de 2017

Trilogía Rubí - Kerstin Gier

Trilogía Rubí (Rubí, Zafiro, Esmeralda)Autor: Kerstin Gier




1.Rubí

En casa de Gwendolyn Sheperd nada ni nadie es del todo “normal”, empezando por su excéntrica  tía abuela Maddy, que tiene extrañas visiones, pasando por Lucy, que se escapó de casa hace 17 años sin dejar rastro alguno... Y para acabar, también está Charlotte, su encantadora y (rabiosamente) perfecta prima, quien, según parece, ha heredado un extraño gen familiar que le permitirá viajar en el tiempo. Pero un increíble secreto está a punto de salir a la luz: la portadora del misterioso gen para viajar a través del tiempo no es Charlotte, ¡sino la propia Gwen! Ella es, en realidad, la duodécima (¡y la última!) viajera en el tiempo y se dice que cuando su sangre se una a la de los otros once viajeros, se cerrará el misterioso “Círculo de los doce”. Para obtener más información, Gwen deberá viajar al pasado y por suerte o por desgracia, no lo hará sola: la acompañará el undécimo viajero en el tiempo, el arrogante, atractivo y sarcástico Gideon, con quien va a vivir algo más que una peligrosa carrera a través del tiempo...

2.Zafiro

Gwen vive en una nube ¡con Gideon!, aunque sabe bien que el amor entre dos viajeros en el tiempo puede deparar sorpresas traicioneras. Por suerte tiene muy buenos consejeros; su mejor amiga, Leslie, su compinche, James el fantasma,  y Xemerius, una gárgola que se mete en bastantes líos. Además, Gwen y Gideon tienen importantes problemas de los que ocuparse. Por ejemplo, salvar el mundo. O aprender a bailar un minué (algo nada fácil). Sin embargo, ambos deberán entender que el amor debe pasar por delante de los demás, sobre todo cuando caigan en las redes del conde de Saint Germain.

3.Esmeralda

Cruza las fronteras del tiempo y encuentra el verdadero amor «¿No podríamos seguir siendo amos?» Seguro que muere un hada cada vez que en algún lugar del mundo se pronuncia esa pregunta. Pero el perfectísimo Gideon de Villiers a quien Xemerius prefiere llamar <el innombrable> no tiene suficiente sensibilidad ni para pensar en las hadas ni para dejar de pisotear mi corazoncito. Si no fuera porque cuando le miro se me corta la respiración y me tiemblan las piernas, le hubiese soltado un bofetón que le habría mandado directo al siglo XIX sin necesidad del cronógrafo. Aunque, en lugar de hacer eso, solo le fulminé con la mirada y me alejé. Al fin y al cabo, éramos los dos últimos viajeros en el tiempo y en pocas horas saltaríamos juntos a 1782 con una misión de vida o muerte.


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